A la sombra de Omar Kayyam
a) Umbral de la poesía
A la sombra de Omar Kayyam
Versos y biversos
Por Fabián Núñez
Baquero
Omar Kayyam cantó en
rubbaiyatas-cuartetas- el amor, el vino y la existencia. Lo estamos
leyendo. Sus palabras son tan claras como el oasis necesario. Nos
dice que cuatro versos son suficientes para el universo del sentido y
el ritmo. Aunque fue astrónomo y matemático de los buenos su
filosofía se emparenta con la de Cioran: mucho escepticismo para tan
poca vida. Fue un amante del vino, como Anacreonte del vino y la
naturaleza. Por ese lado- que es el más fácil- tuvo seguidores, y
muchos. Recuerdo a un poeta ambateño llamado Nicolás Rubio que,
bajo la inspiración del poeta persa, escribió acaso su mejor
libro: “A la sombra de Omar Kayyam”. Hasta considero que ese
libro merece una reedición. Omar nos enseñó, sobre todo, que la
visión poética breve necesariamente debe estar emparentada con la
sentencia filosófica. Como estamos insistiendo en el verso-poema, en
la síntesis sencilla, he preparado estos inventos: para señalar la
importancia de Omar y su obra:
Omar bebía para
despertar la sed que no tenía
Tengo un libro, varios
libros de poemas, pero busco un poema que puede llegar a ser un
libro, talvez por eso escribo este verso poema:
La vida es un invento del
Sol y de la Tierra
Omar, como poeta, de
verdad no pensaba en el mañana sino en el presente, todas sus
cuartetas lo dicen. Lo único que yo he hecho es generalizar esa
visión en mi poema:
La naturaleza es un animal
grandioso
que no piensa en el mañana
Sólo que Omar sentía las
trabajosas ruedas de la gravitación universal moliéndole las
vértebras. Yo, un poco versátil, propongo un biverso:
Ayer parece hoy
sólo mi cuerpo parece de
mañana
Hay “escenas”- si
podemos hablar así- en las cuales el poeta persa parece preponderar
la importancia de las cosas diminutas y simples. Talvez por eso, he
escrito este Biverso:
Jamás me visitó tan fabulosa imagen:
un gorrión picoteando el
cristal de mi ventana
Para concluir- y aunque
parezca increíble- a Omar le debo un suculento almuerzo: en Ambato,
alguna vez, ingresé a un restaurante cuyo dueño había sido persa.
Al saberlo lo felicité y nombré a Omar y talvez declamé una o dos
de sus cuartetas. No fue más. Me invitó con alegría y con orgullo,
y a mí se me alivió el bolsillo, que anda siempre tan alivianado.
Imitando la onda un poco
desesperanzada de Omar, aunque con estilo espinoziano, que no deja
reír ni llorar, digo este último biverso:
Debe ser difícil ser feliz
cuando te agarras al último poema
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