Poesía y bricolaje: la unidad de la cultura humana
La naturaleza se construye y reconstruye de sí misma
Poesía y bricolaje: la
unidad de la cultura humana
Fabián Núñez Baquero
22/09/13
¡Tú
eres [sabio], Enkidu, eres como un dios! ¿Por qué con las criaturas
silvestres
vagas por el llano? ¡Ea!, deja que te lleve [a] la amurallada Uruk, Al
santo
templo, morada de Anu e Istar, Donde vive Gilgamesh, perfecto en
fuerza, Y como un
buey salvaje señorea sobre el pueblo.
Fragmento del Poema de Gilgamesh (escrito en tablilla
de arcilla en escritura cuneiforme siquiera
un milenio antes del siglo XVIII antes de nuestra era)
La poesía, como toda labor
humana, reconstruye en cada poeta, en cada poema, la unidad cultural de la
especie. La unidad del ayer con el presente y su proyección para el mañana. El
uso del lenguaje es tan gratuito como el aire. La creación de una atmósfera,
que dio lugar al oxígeno que respiramos, fue un trabajo milenario de la
naturaleza. La expresión hablada, la palabra, la lengua, fue un invento que
comprometió los recursos de miles de hombres desconocidos. Nos beneficiamos del
trabajo de muchedumbres, de generaciones tras generaciones que laboraron
duramente con la piedra, el hacha y dieron nombre a cada cosa repitiéndolo en
sus tareas cotidianas, incrustando en la memoria del individuo y la
colectividad la que sería la herramienta fundamental para el crecimiento y la sofisticación de la nueva humanidad.
Podríamos decir, sin ninguna
vacilación, que en cada palabra que utilizamos se encuentra el espíritu, la
sangre, las alegrías y el duro sacrificio de nuestros antepasados. En el fondo,
los poetas- que somos los inventores por antonomasia del lenguaje- no
inventamos nada. Estamos a caballo de los hombres y en la espalda de nuestros
ilustres ancestros, de los del ayer y de los del anteayer milenario.
Todo esto es bueno recordarlo para saber que
nuestras producciones literarias, por excelentes que sean, son deudoras de este
precioso instrumento inventado, pulido, constantemente transformado por los forjadores
y poetas del pretérito cercano y del remoto.
Pero así como el destornillador
es una transformación del antiguo y modesto punzón de hueso o de sílex, así
como el hacha de piedra fue la abuela de la guillotina o del cuchillo de láser,
así un poema actual desciende en línea directa de los brillantes balbuceos del
Gilgamesh sumerio o de los runas de los escaldos. Los físicos actuales no se
avergüenzan en estudiar los escritos del gran Epicuro que ya previó la
atomística contemporánea y que les sirvió muy bien para sobre sus hombros
instalarse en el nuevo Bossón de Higgs y conocer los secretos de la energía
oscura. Ellos saben que sin el concurso de Epicuro no hubieran llegado a la
cima de la cuántica. Pero también conocen que sin el apoyo de los bardos y
creadores antiguos, no hubieran llegado a ninguna parte y esto porque el
lenguaje es el secreto de todo el desarrollo del pensamiento, la ciencia y la
tecnología de las cuales ahora justamente nos enorgullecemos.
Cuando digo esperanza, rosa o viento, pienso en la Eneida de Virgilio, en Os
Lusiadas de Camoens y en el hombre oscuro de la noche ya perdida de los
tiempos, que repetía a sus congéneres, con ojos abrillantados y nervios
exaltados, esas palabras recién inventadas que le servían para nombrar esas
cosas.
Por lo que hay una férrea continuidad de la cultura.
No somos hijos del viento. Nuestro idioma caudaloso y rico es deudor de árabes,
griegos, romanos, cartagineses, vascos, vándalos, godos, ostrogodos, sumerios y
caldeos. Nuestro idioma- igual que cualquier otra disciplina filosófica o
científica- exige estudio, devoción, mimesis de lo mejor y más progresivo. Si
queremos crear tenemos que conocer, estudiar a los creadores y constructores
del ayer. Es una alegría pánica la que me obsede cuando leo y releo El Libro del Buen Amor del incomparable
Juan Ruiz, Archipreste de Hita. Lo que él dice sobre el dinero y el amor posee tal enjundia, tanto seso, que no puedo
sino recomendar su lectura a las generaciones de hoy y de mañana. Si nos
montamos sobre el robusto Juan Ruiz, si le robamos su feraz energía y su
inagotable imaginación, entonces podemos parir, a lo mejor, una letrilla
similar a Poderoso Caballero es Don
Dinero, como lo hizo el inigualable Quevedo.
Existe mucha gente que cree
rebajarse si nombra la influencia directa de algún poeta. Es la falta de
comprensión de la continuidad de la cultura. Para que haya ahora el cuchillo de
láser o de agua concentrada, el hombre antes debió trabajar el humilde punzón
de hueso o el hacha de piedra. Si no estudiamos seriamente a los poetas,
corremos el riesgo de copiar la burda y grotesca realidad cotidiana. En el Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara
encontramos los meandros y las centellas de la creación y del lenguaje. Vélez
convierte a Madrid en una olla embrujada con tejados sombríos a la luz de la
luna.
La poesía es la técnica del
bricolaje por esencia. El bricolaje usa la chatarra del medio ambiente, la
basura y lo transmuta en obra de arte. Los poetas debemos alimentarnos de las
técnicas y visiones de los bardos de antaño e inyectarlas de contemporaneidad.
Quien tiene vacío el estómago sólo puede procrear dolor de cabeza y ninguna
invención. La poesía es bricolaje porque se basa en el acarreo de materiales,
chatarra del pasado, la mejor chatarra por supuesto, más la frescura de nuestra
habla. El que no lee, ni practica la continuidad de la cultura ni puede generar
una obra de arte que valga la pena. La poesía parte de lo que existe hacia lo
que no existe, del lenguaje habitual hacia un lenguaje elegante, brillante,
nada convencional. La información de la poesía es cifrada pero con criptografía
que debe ser evidente para todos o para las mentes y sensorios sanos de toda la
Tierra. La poesía parte de la mimesis, es decir, de la imitación, pero no se
queda, no debe quedarse en ella.
Nuestro genoma nos protege de la
mimesis simple y grosera, el genoma nos hace, a nuestro pesar, originales, con
identidad biológica propia. Quien teme la imitación ni imita ni crea nada.
Puedo imitar un tema, un mito, pero si manejo el lenguaje de manera adecuada,
la imitación- gracias a mi genoma- se convierte en invención única. Y puedo
hacer bricolaje con la música y la pintura. Puedo imitar a Van Goh presentando
un girasol enorme y brillante dormido pisando el guargüero del Chimborazo. Me
gusta Bach porque él me habla siempre del universo pero con luz halógena. Es
difícil imitarlo pero lo intento.
El planeta, el cosmos practica el bricolage.
No crean que la naturaleza desperdicia nada. Ella utiliza el polvo y el gas
para apelmazar materia y modelar una constelación. Comienza desde la chatarra,
del desperdicio, de las cenizas y construye mundos de diamante. El Cosmos es un
colosal horno de información, deformación y creación. Quien dice que la poesía
no es información está hablando en el desierto. La poesía es la comunicación
vestida de frac. La poesía es el megáfono que nos obliga a cantar La Marsellesa o el Himno a La Internacional.
La poesía es un
monumento al diseño de lo perfectible con voz de tenor heroico. La comunicación
lata y chata, descomunica. La poesía funde en el mismo ser a todos los pueblos.
La poesía es el Bossón de Higgs que de veras dota de masa y de energía al pobre
individuo que no sabe qué hacer con tanta belleza acumulada, que le lleva a
gritar su hermandad con todos los hombres.
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