Otra vez la Poesía
Otra
vez la Poesía
Por Fabián Núñez Baquero
12/01/16
La
poesía es el arte que se basa en la expresión oral, al menos así
fue al principio, antes incluso que se descubriera la escritura, si
podemos hablar de un descubrimiento en lugar de una invención.1
Y por supuesto fueron pocos los elegidos para crearlo o a lo mejor un
solo individuo quien fue construyendo palabra a palabra el gran
edificio verbal. El proceso mismo de cimentar un idioma, esta forma
de comunicación entre los hombres, fue poético, inventivo por
esencia. Basta leer los primeros poemas en cualquier lengua o los
mitos más antiguos y percibiremos el ambiente de leyenda y de
embrujo milenario que rodeaba a la comunicación más simple.
Pareciera que asistimos al balbuceo inicial de individuos atrapados
por el don de la profecía o la adivinación del futuro, con ese
aspecto estupefacto de aquellos que son posesos de visiones del más
allá. Los primeros hombres que inventaron la palabra, la lengua-
cualquiera que haya sido ésta- eran poetas. Y no importa repetirlo
una vez más: no todos los hombres que asistieron a esa creación
eran poetas: los más se contentaron con seguir, repetir lo que el
inventor o los pocos inventores dieron como pauta.
Situarnos
en la postura de los inventores, en ese tiempo profético y
visionario del inicio, es la primera condición para salirnos de la
estructura cuadrada, inamovible del idioma ya codificado, petrificado
por el uso y el abuso. El poeta siempre está volviendo al inicio, a
la raíz de todo.
Los
poetas no hablan de la misma manera que el vulgo y sus poemas salen
de la cochambre cotidiana y se elevan hasta el ancestro del origen de
la raíz de todas las cosas. Sólo desde arriba podemos divisar con
mayor nitidez el panorama y liberarnos de la esclavitud de lo
diuturno. Los poetas que inventaron el lenguaje no partieron de su
condición de antropoides a ras del suelo sino de gigantes cuyos
hombros y cabeza desafiaban las estrellas. Por eso el resultado de
esa poética ha sido nuestras conquistas en el espacio. Y la
minuciosidad conque los aedas escarbaron en los meandros de la lengua
en busca de la identidad y la diferencia nos permitió ir al
microscosmos y averiguar las leyes de la células y el proteoma.
Tratar temas de la rutina diaria solo pueden tener efecto estético a
condición de que no olvidemos nuestra estatura estelar.
La
poesía se basa en la palabra, pero no toda palabra es poética. Para
que la palabra sea poética necesita una tensión, una energía
inusual, un giro desusado, la chispa de la creatividad.
Te doy mi corazón
en esta flor del día
si me aceptas sonríe
con geranios en tus labios
así sabré que es
un sí con perfume de tu boca
En estos tres versos
encontramos varias sorpresas:
- Cada verso es un poema completo
- El primer verso despliega una imagen y una metáfora al mismo tiempo
- El segundo verso utiliza una metáfora directa
- El tercer verso, mediante la palabra así establece la conexión entre todos los versos y les otorga un sentido global, es decir convierte los tres versos- poemas en un solo poema
- El tercer verso tiene una imagen
- Cada verso-poema expresa una temática del amor de todos los días, una declaración de amor que no es vulgar, que no se encuadra en la tradición cosificada por el lenguaje oficial consuetudinario
- El poema global tiene semántica, sentido completo: es una poética declaración de amor.
Excurso: El
excurso es una ampliación o digresión sobre lo ya hablado y permite
comprender con más amplitud lo que se está tratando.
La naturaleza
fundamental del lenguaje trópico o connotativo reside en la
comparación, la analogía, donde de dos cosas comparadas hay una
tercera en la cual coinciden las dos. Lo que los filósofos llaman el
tertium analogus. Es una argamasa que une a las dos cosas o
conceptos en un rasgo o un momento dado.
Te
doy mi corazón en esta flor del día
Es el primer verso-
poema en el que se compara el corazón con el amor y al día con una
flor. Lo vulgar sería decir, te amo,pero
el poeta declara al corazón no sólo como residencia del amor, sino
como el amor mismo que cede a la amada en un momento y en un lugar
llamado flor del día, otra analogía en que el presente, el
momento, el día es una flor.
Las comparaciones se transforman en metáforas al omitir los términos
como, similar a, semejante a.
Entonces es claro percibir
que el primer verso-poema es completo, no necesita nada más, si el
poeta así lo desea.
Si
me aceptas sonríe con geranios en tus labios
Es
un poema que continúa con la entrega del amor que se expone en el
primer verso-poema. Y es también un verso-poema. La imagen, la
sonrisa de la amada, como símbolo de aceptación, usa a los geranios
como similitud de la flor correspondiente y el color similar entre
labios y geranios.Es una analogía objetiva, por decirlo así, porque
con la preposición con
la imagen nos hace ver materialmente la puesta de los geranios en los
labios de la amada.
así
sabré que es un sí con perfume de tu boca
Si
se omite el adverbio así-
que es el nexo que transforma todos los verso-poemas en un poema
global, es un verso-poema independiente. No
es un sí hablado,
sino evaporado en el perfume de la boca de la amada. Una imagen que
apela al sentido del olfato, es decir una sinestesia directa.
Síntesis:
Cada uno deberá realizar un resumen de esta lectura y transmitir los
reparos, preguntas o ampliaciones que crea necesarias para el
esclarecimiento del tema.
Tareas
Cada uno escribirá un verso poema y explicará el lenguaje o
palabras connotativas que ha utilizado, o las figuras de imagen,
analogía o metáforas usadas. Deben huir de la tradición del
lenguaje consuetudinario y apelar a la invención.
Lectura
total:
El
Tigre (The Tiger)
por
William Blake:
TIGER, tiger, burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Could frame thy fearful symmetry?
In what distant deeps or skies
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand dare seize the fire?
And what shoulder and what art
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat,
What dread hand and what dread feet?
What the hammer? what the chain?
In what furnace was thy brain?
What the anvil? What dread grasp
Dare its deadly terrors clasp?
When the stars threw down their spears,
And water'd heaven with their tears,
Did He smile His work to see?
Did He who made the lamb make thee?
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Could frame thy fearful symmetry?
In what distant deeps or skies
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand dare seize the fire?
And what shoulder and what art
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat,
What dread hand and what dread feet?
What the hammer? what the chain?
In what furnace was thy brain?
What the anvil? What dread grasp
Dare its deadly terrors clasp?
When the stars threw down their spears,
And water'd heaven with their tears,
Did He smile His work to see?
Did He who made the lamb make thee?
Tiger, tiger, burning bright
In the forests of the night,
What immortal hand or eye
Dare frame thy fearful symmetry?
Tigre,
tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?
¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?
¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?
Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?
Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
Análisis
del poema de Blake
Se
tomarán en cuenta los siguientes puntos:
- La sinopsis o resumen del poema
- El sentido o la semiosis del mismo
- Las imágenes y recursos utilizados por el poeta
- El punto de vista o la cosmovisión del autor
Para
investigar:
lectura y comentario del poema Estival
de Rubén Darío
Estival
Rubén
Darío
La tigre de Bengala
con su lustrosa piel manchada a trechos,
está alegre y gentil, está de gala.
Salta de los repechos
de un ribazo, al tupido
carrizal de un bambú; luego a la roca
que se yergue a la entrada de su gruta.
Allí lanza un rugido,
se agita como loca
y eriza de placer su piel hirsuta.
La fiera virgen ama.
Es el mes del ardor. Parece el suelo
rescoldo; y en el cielo
el sol inmensa llama.
Por el ramaje oscuro
salta huyendo el kanguro.
El boa se infla, duerme, se calienta
a la tórrida lumbre;
el pájaro se sienta
a reposar sobre la verde cumbre.
Siéntense vahos de horno:
y la selva indiana
en alas del bochorno,
lanza, bajo el sereno
cielo, un soplo de sí. La tigre ufana
respira a pulmón lleno,
y al verse hermosa, altiva, soberana,
le late el corazón, se le hincha el seno.
Contempla su gran zarpa, en ella la uña
de marfil; luego toca,
el filo de una roca,
y prueba y lo rasguña.
Mírase luego el flanco
que azota con el rabo puntiagudo
de color negro y blanco,
y móvil y felpudo;
luego el vientre. En seguida
abre las anchas fauces, altanera
como reina que exige vasallaje;
después husmea, busca, va. La fiera
exhala algo a manera
de un suspiro salvaje.
Un rugido callado
escuchó. Con presteza
volvió la vista de uno a otro lado.
Y chispeó su ojo verde y dilatado
cuando miró de un tigre la cabeza
surgir sobre la cima de un collado.
El tigre se acercaba.
Era muy bello.
Gigantesca la talla, el pelo fino,
apretado el ijar, robusto el cuello,
era un don Juan felino
en el bosque. Anda a trancos
callados; ve a la tigre inquieta, sola,
y le muestra los blancos
dientes; y luego arbola
con donaire la cola.
Al caminar se vía
su cuerpo ondear, con garbo y bizarría.
Se miraban los músculos hinchados
debajo de la piel. Y se diría
ser aquella alimaña
un rudo gladiador de la montaña.
Los pelos erizados
del labio relamía. Cuando andaba,
con su peso chafaba
la yerba verde y muelle,
y el ruido de su aliento semejaba
el resollar de un fuelle.
Él es, él es el rey. Cetro de oro
no, sino la ancha garra,
que se hinca recia en el testuz del toro
y las carnes desgarra.
La negra águila enorme, de pupilas
de fuego y corvo pico relumbrante,
tiene a Aquilón: las hondas y tranquilas
aguas, el gran caimán; el elefante,
la cañada y la estepa;
la víbora, los juncos por do trepa;
y su caliente nido,
del árbol suspendido,
el ave dulce y tierna
que ama la primer luz.
Él la caverna.
No envidia al león la crin, ni al potro rudo
el casco, ni al membrudo
hipopótamo el lomo corpulento,
quien bajo los ramajes de copudo
baobab, ruge al viento.
Así va el orgulloso, llega, halaga;
corresponde la tigre que le espera,
y con caricias las caricias paga,
en su salvaje ardor, la carnicera.
Después, el misterioso
tacto, las impulsivas
fuerzas que arrastran con poder pasmoso;
y, ¡oh gran Pan! el idilio monstruoso
bajo las vastas selvas primitivas.
No el de las musas de las blandas horas
suaves, expresivas,
en las rientes auroras
y las azules noches pensativas;
sino el que todo enciende, anima, exalta,
polen, savia, calor, nervio, corteza,
y en torrentes de vida brota y salta
del seno de la gran Naturaleza.
II
El príncipe de Gales va de caza
por bosques y por cerros,
con su gran servidumbre y con sus perros
de la más fina raza.
Acallando el tropel de los vasallos,
deteniendo traíllas y caballos,
con la mirada inquieta,
contempla a los dos tigres, de la gruta
a la entrada. Requiere la escopeta,
y avanza, y no se inmuta.
Las fieras se acarician. No han oído
tropel de cazadores.
A esos terribles seres,
embriagados de amores,
con cadenas de flores
se les hubiera uncido
a la nevada concha de Citeres
o al carro de Cupido.
El príncipe atrevido,
adelanta, se acerca, ya se para;
ya apunta y cierra un ojo; ya dispara;
ya del arma el estruendo
por el espeso bosque ha resonado.
El tigre sale huyendo,
y la hembra queda, el vientre desgarrado.
¡Oh, va a morir!... Pero antes, débil, yerta,
chorreando sangre por la herida abierta,
con ojo dolorido
miró a aquel cazador, lanzó un gemido
como un ¡ay! de mujer... y cayó muerta.
III
Aquel macho que huyó, bravo y zahareño
a los rayos ardientes
del sol, en su cubil después dormía.
Entonces tuvo un sueño:
que enterraba las garras y los dientes
en vientres sonrosados
y pechos de mujer; y que engullía
por postres delicados
de comidas y cenas,
como tigre goloso entre golosos,
unas cuantas docenas
de niño tiernos, rubios y sabrosos
La tigre de Bengala
con su lustrosa piel manchada a trechos,
está alegre y gentil, está de gala.
Salta de los repechos
de un ribazo, al tupido
carrizal de un bambú; luego a la roca
que se yergue a la entrada de su gruta.
Allí lanza un rugido,
se agita como loca
y eriza de placer su piel hirsuta.
La fiera virgen ama.
Es el mes del ardor. Parece el suelo
rescoldo; y en el cielo
el sol inmensa llama.
Por el ramaje oscuro
salta huyendo el kanguro.
El boa se infla, duerme, se calienta
a la tórrida lumbre;
el pájaro se sienta
a reposar sobre la verde cumbre.
Siéntense vahos de horno:
y la selva indiana
en alas del bochorno,
lanza, bajo el sereno
cielo, un soplo de sí. La tigre ufana
respira a pulmón lleno,
y al verse hermosa, altiva, soberana,
le late el corazón, se le hincha el seno.
Contempla su gran zarpa, en ella la uña
de marfil; luego toca,
el filo de una roca,
y prueba y lo rasguña.
Mírase luego el flanco
que azota con el rabo puntiagudo
de color negro y blanco,
y móvil y felpudo;
luego el vientre. En seguida
abre las anchas fauces, altanera
como reina que exige vasallaje;
después husmea, busca, va. La fiera
exhala algo a manera
de un suspiro salvaje.
Un rugido callado
escuchó. Con presteza
volvió la vista de uno a otro lado.
Y chispeó su ojo verde y dilatado
cuando miró de un tigre la cabeza
surgir sobre la cima de un collado.
El tigre se acercaba.
Era muy bello.
Gigantesca la talla, el pelo fino,
apretado el ijar, robusto el cuello,
era un don Juan felino
en el bosque. Anda a trancos
callados; ve a la tigre inquieta, sola,
y le muestra los blancos
dientes; y luego arbola
con donaire la cola.
Al caminar se vía
su cuerpo ondear, con garbo y bizarría.
Se miraban los músculos hinchados
debajo de la piel. Y se diría
ser aquella alimaña
un rudo gladiador de la montaña.
Los pelos erizados
del labio relamía. Cuando andaba,
con su peso chafaba
la yerba verde y muelle,
y el ruido de su aliento semejaba
el resollar de un fuelle.
Él es, él es el rey. Cetro de oro
no, sino la ancha garra,
que se hinca recia en el testuz del toro
y las carnes desgarra.
La negra águila enorme, de pupilas
de fuego y corvo pico relumbrante,
tiene a Aquilón: las hondas y tranquilas
aguas, el gran caimán; el elefante,
la cañada y la estepa;
la víbora, los juncos por do trepa;
y su caliente nido,
del árbol suspendido,
el ave dulce y tierna
que ama la primer luz.
Él la caverna.
No envidia al león la crin, ni al potro rudo
el casco, ni al membrudo
hipopótamo el lomo corpulento,
quien bajo los ramajes de copudo
baobab, ruge al viento.
Así va el orgulloso, llega, halaga;
corresponde la tigre que le espera,
y con caricias las caricias paga,
en su salvaje ardor, la carnicera.
Después, el misterioso
tacto, las impulsivas
fuerzas que arrastran con poder pasmoso;
y, ¡oh gran Pan! el idilio monstruoso
bajo las vastas selvas primitivas.
No el de las musas de las blandas horas
suaves, expresivas,
en las rientes auroras
y las azules noches pensativas;
sino el que todo enciende, anima, exalta,
polen, savia, calor, nervio, corteza,
y en torrentes de vida brota y salta
del seno de la gran Naturaleza.
II
El príncipe de Gales va de caza
por bosques y por cerros,
con su gran servidumbre y con sus perros
de la más fina raza.
Acallando el tropel de los vasallos,
deteniendo traíllas y caballos,
con la mirada inquieta,
contempla a los dos tigres, de la gruta
a la entrada. Requiere la escopeta,
y avanza, y no se inmuta.
Las fieras se acarician. No han oído
tropel de cazadores.
A esos terribles seres,
embriagados de amores,
con cadenas de flores
se les hubiera uncido
a la nevada concha de Citeres
o al carro de Cupido.
El príncipe atrevido,
adelanta, se acerca, ya se para;
ya apunta y cierra un ojo; ya dispara;
ya del arma el estruendo
por el espeso bosque ha resonado.
El tigre sale huyendo,
y la hembra queda, el vientre desgarrado.
¡Oh, va a morir!... Pero antes, débil, yerta,
chorreando sangre por la herida abierta,
con ojo dolorido
miró a aquel cazador, lanzó un gemido
como un ¡ay! de mujer... y cayó muerta.
III
Aquel macho que huyó, bravo y zahareño
a los rayos ardientes
del sol, en su cubil después dormía.
Entonces tuvo un sueño:
que enterraba las garras y los dientes
en vientres sonrosados
y pechos de mujer; y que engullía
por postres delicados
de comidas y cenas,
como tigre goloso entre golosos,
unas cuantas docenas
de niño tiernos, rubios y sabrosos
Análisis del poema Estival
de Rubén Darío
Se
tomarán en cuenta los siguientes puntos:
- La sinopsis o resumen del poema
- El sentido o la semiosis del mismo
- Las imágenes y recursos utilizados por el poeta
- El punto de vista o la cosmovisión del autor
1Es
muy verosímil decir que la escritura fue una invención, lo mismo
que la expresión oral. De hecho los más grandes inventos del
hombre. Sin ellos hubiese sido imposible el progreso actual del
arte, la ciencia y la tecnología.
Hola, soy Boris del Blog de Boris Estebitan, un enorme gusto leerte después de tanto tiempo, eres un genio escribiendo, bendiciones, saludos :)
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