Estructuras poéticas conscientes
Kandinsky
Estructuras
poéticas conscientes
Antonio
Fabián Núñez Baquero
A
muchos les asusta la evidente y simple noción de estructura, ese delineamiento
de reglas o formas de expresión literaria. Les parece que ya no estamos para el
trajín de la preceptiva o de los tipos de verso o la galería de formas
poemáticas. Si les nombran un soneto tuercen la nariz con displicente
arrogancia, no se diga un ghassel, un trioleto, una octava real o un rondel. No
sé qué pueda decirse de un biólogo que haga lo mismo con categorías de célula,
cromosoma, ADN. Nuestras humildes
huellas dactilares son nuestro carnet de identidad, parte imprescindible de
nuestra especie y continuidad inalterable de nuestro ser histórico. Son las
mismas en milenios, pero nunca son las mismas: cambios mínimos de individuo a
individuo patentan la diferencia. No digamos nuestro emblema superior: el ADN,
cuatro gradas básicas que solo mutan el orden o la secuencia y ya somos otros;
un desliz mínimo y tenemos un dinosaurio o un camaleón o un sicofante. La
historia y la biología se comprometen para efectuar las transformaciones.
Pocos literatos tienen conciencia que la
ciencia literaria es una valiente y entusiasta repetición de formas y
contenidos copiada de los procesos vitales, de nuestra estructura biológica.
Igual que esta ciencia y las otras, también la literatura-la ciencia del
lenguaje hablado y escrito- mantiene en
su legado histórico la continuidad de la cultura. El ritmo y el verso de Homero
despliegan ahora sus diferencias y reservan su esencia en los poetas de todos
los tiempos. Un soneto del Petrarca se renueva y se refunda en cada soneto de
Góngora, Lope, Quevedo, y de los bardos contemporáneos. La mimesis- tan
incomprendida desde los tiempos de Aristóteles, su teórico fundamental- no es
solo una mitosis o una imitación literal, es invención sobre la tela de lo
mismo, una nueva trama en la red de la unidad multifacética de la realidad y la
imaginación. Es bricolaje puro y neto. La imaginación real no abandona la
estructura, la sostiene y la revoluciona, parte del origen y vuelve a él, pero
remozado, con el aliento de lo nuevo.
Hay
muchos que pretenden huir u obviar las estructuras porque no escriben sonetos o
formas, de alguna manera llamadas clásicas.
Y es que no saben que ese tipo de estructuras son meramente formales. Y esto no
quiere decir que no sean valiosas, son, han sido decisivas en el andamiaje del
progreso y afinación del arte literario. Pero las estructuras internas,
somáticas del arte poético se encuentran en el uso consciente de los
denominados recursos o figuras literarios. Esto implica la perspectiva
científica de que la poesía es un mester, una disciplina de trabajo y
elaboración de contenidos cuyo propósito, en última instancia, es herir,
conmover, elevar los sentidos y la realidad hacia una escala más alta y
perfectible. Lo que a la vez significa que la poesía instruye- debe hacerlo-
con deleite y elevación, con finura y gala de lenguaje, con sonoridad de
corazón.
Escribir
poesía, entonces, es un ejercicio de conocimiento con apariencia de
desconocimiento. Con causalidad consciente, pero con traza de inconsciencia.
Los griegos lo sabían bien: graficaban a sus poetas como poseídos por un dios, como ebrios
de ambrosía, el néctar de los dioses. Es que la poesía- ahora lo sabemos
con exactitud-, es una mezcla de razón y sinrazón, esa encantada penumbra que
oscila en la simbiosis entre la lógica y la sensorialidad. Y de las estructuras
somáticas no podemos prescindir si en verdad somos poetas. Si abandonamos las
estructuras formales, creemos que nos fugamos del tópico, del lugar común del
romancero o la glosa, pero no entendemos que más que esas formas tan valiosas e
imprescindibles prevalecen las estructuras internas, las que han hecho caminar
al soneto o la octava real, al terceto o al pareado: el ritmo, el acento, la
comparación, la metáfora, el motivo. Ellos han surgido de la vida, del habla
del pueblo para luego interiorizarse y refinarse en el sensorio tan delicado de
los rapsodas y poetas. Probemos con ejemplos prácticos lo que estamos
afirmando:
1.
La poesía es un ejercicio consciente-inconsciente
2.
La continuidad de la cultura se expresa en el ritmo o el motivo, por ejemplo.
3. Elegimos ahora el
Motivo. Éste no es propiamente un tema, sino una especie de símbolo sensorial
para reflejar la serie de connotaciones que podemos generar. El motivo sobre
todo es imagen. Veamos cómo nos sale:
Motivo-imagen con
argumento analógico:
Leve nube de verano
que te posas
en la cadera azul de la colina,
eres solo un fragmento de la vida,
una línea apenas, un suspiro
como un trino de pájaro en el aire…
Motivo-metáfora-sentencia-lírica:
Soy
una leve nube de verano
que
se posa breve en la colina,
no
busques en mí el firmamento
o
la línea de fondo de la vida,
soy
un trino de pájaro en el viento…
Motivo de
Apóstrofe lírico:
que buscas afirmarte en la colina,
dame tu aérea plenitud estable,
tu voluntad, tu camino vaporoso,
tu alegría confiada en el abismo!
Motivo anafórico con símil:
nube fiel
nube suspiro de verano
te pareces a la flor de un día
que vive y muere nítida en la tierra.
Motivo con metáfora y apóstrofe moderado:
Pañuelo
selecto del espacio
nube que
viajas a ras de firmamento
extiende
tu cuaderno de sombra hospitalaria
cubre la
tierra y todos sus contornos
con
bandera de paz y de concordia
Motivo-Verso poema:
·
El pañuelo de la nube me cobija breve en la
colina
·
Con alegría confiada la nube enrumba su nave de
vapor
Motivo-Pareado con metáforas:
·
La nube de verano es fiel rapsodia,
himno
de paz, canto de concordia
·
Nube de verano, fiel pañuelo,
certeza
de vapor, ruta de cielo
Los versos pareados como el
verso-poema constituyen en si poemas completos. Es evidente que el proceso de
canibalización unido al motivo como estructura consciente y al despliegue
combinatorio de la creación, han dado como resultado varios poemas autónomos
con su propia estructura singular. Ahora vamos a dar el salto desde la
estructura interna consciente a la estructura formal del soneto:
Estructura formal, soneto:
Como tú, nube viajera…
Leve pañuelo, nube de verano,
que te posas liviana en la colina
danos tu aérea plenitud, tu mano,
tu sombra bienhechora y diamantina.
No busques en nosotros firmamento
ni la línea de fondo de la vida,
somos trino de pájaro en el viento,
polvo tenaz y ola estremecida.
Buscamos como tú camino cierto,
un pedazo de tierra, roca o cielo
que sostenga y afirme el curso
incierto.
Como tú, del espacio fiel rapsodia,
intentamos borrar odio y recelo,
ser bandera de paz y de concordia.
El repertorio es tan amplio como
figuras y tropos existen y conforme a la experiencia sensorial interiorizada
del poeta. A la vez que por canibalismo podemos transformar una estructura
somática, interna, en una estructura formal, un cuarteto, un verso poema, un
pareado, un soneto. Esta combinatoria basada en las estructuras internas es en
realidad infinita y arma al poeta para su creación.
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