Por qué el Taller?
¿Por qué el Taller?
Fabián Núñez Baquero
25/09/19 o
25/09/19
Cada labor del
hombre exige un mínimo de destreza, de concentración y, sobre todo,
de hábito. Como se conoce el hábito no es más que una acción
repetitiva que ha logrado hacerse inconsciente y hasta cierto punto
automática. En ciertas tareas esto es así hasta cierto punto. La
acción de pensar, por ejemplo,en apariencia es un acto similar, al
menos cuando pensamos y escribimos lo que pensamos; pero ni la
escritura siempre es la misma ni el pensamiento que la origina. En
general parece que toda destreza siendo la
misma cada vez es diferente.
Reconocer esta verdad es ya en sí mismo
una facultad de pensamiento que se ha hecho hábito, destreza. Lo que
se dice tener oficio en literatura, en arte
o artesanía es producto de una labor
repetida y perfeccionada cada
vez. No cae del cielo ni se adquiere de la noche a la mañana:
escribir un poema es un acto igual y diferente cada vez. Y no solo
por el motivo, el asunto, sino por la mera acción corporal, por la
circunstancia, el tiempo, el estado anímico, el grado de
conocimiento alcanzado,etc.
Todos estos puntos
se trata en un taller, se los desarrolla, se los discute, se
profundiza su conocimiento. El taller
es una escuela singular: todos aprendemos, si queremos
aprender: el maestro porque reafirma lo que
sabe y el alumno porque asimila algo nuevo y tiene seguridad en lo
que hace. Esto en el caso de que exista maestro y alumno. Puede
parecer extraña esta afirmación, pero sucede. Hay maestros que ni
piensan ni conocen, que solo repiten fórmulas muertas, que no tienen
validez ni acción real. Y hay alumnos que pretenden
ya saber lo que no saben y por eso mismo, consciente o
inconscientemente, se resisten, se niegan a la sencilla faena de
aprender.
Como es obvio, en el
uno y otro caso, debe haber trabajo, lectura, paciencia, método,
entusiasmo. Si no existe estos factores el taller es transformado en
un lugar para pasarlo bien o para ganar nombre o diploma y nada más.
Por muy bueno que sea un taller el maestro no es responsable de que
los alumnos no realicen sus tareas, no lean, no aprendan a crear en
ellos un oficio, una destreza.
No depende de él que haya alumnos que
reclamen la fama anticipada o que pretendan haber alcanzado el máximo
nivel y no trabajen más. El arte es infinito, pero requiere un
trabajo cotidiano, un entrenamiento y agudización de los sentidos
para plasmar nuevas creaciones. El artista es – debe ser -un atleta
corporal y mental, un estudioso infatigable y un trabajador
cotidiano. Un poema o una narración no surgen del acaso, como
tampoco ideas acertadas surgen de la improvisación o de la falta de
base filosófica.
Somos seres
miméticos, que imitamos, pero ojalá
imitemos lo mejor, lo más alto y
desarrollado y alcancemos el salto a la excelsitud
original. Pero no debemos olvidar que para saltar debemos aprender a
caminar, y elegir siempre la calidad del camino y no la cantidad
de sendas o desvíos. Y no olvidar adquirir cultura, siempre más
cultura. Artista que no es culto tarde o temprano se convierte en
artesano mediocre o malo.
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