Los peligros del escritor
Los peligros del escritor Por Antonio Fabián Núñez Baquero Cuando uno se deja de escribir se herrumbra la mano y su correspondiente neurona o centro cerebral. Y, sobre todo, se adquiere una bucólica presencia de toro castrado, y todos lo notan. Al menos quienes no tienen hábitos televisivos y, al contrario, disponen de una oreja de canes cazadores y de ojos de lince macho. Es la forma de hablar lo que delata a un poeta o escritor de aquellos pelafustanes fotogénicos que se pasan la vida en discotecas o burdeles moviendo el esqueleto o buscando a una inmortal bayadera hindú o a una niña de cuarenta años. Y el hablar es un ajetreo que se pule con la frecuencia de la escritura y la insistencia en la lectura. La siembra de la lectura y la cosecha de la escritura no se parecen en nada a la simplona, aunque festiva lotería ni nace de la buena fama adquirida hace veinte años o de la corona real conseguida por pertenecer a una buena familia o estar situado en las primeras gradas...