Producción material y producción de belleza
Producción material y producción de belleza
Antonio
Fabián Núñez Baquero
La producción de la
belleza constituye un reflejo de la producción material, pero con el encanto
del ocio y las vacaciones. Es trabajo aéreo y tan elegante como contemplar una
magnolia brillante en una mañana de verano o, mejor, como hacer nacer una begonia
o un tulipán con el trabajo de la prestidigitación verbal. Un país que no
dispone de su propio trabajo productivo puede morir de inanición y, por
supuesto, merma o se extingue también el trabajo estético. Éste, como la
poesía, por ejemplo, es un placer, un gozo que hace de lado la compulsión de la
labor a destajo o a salario corriente. No hace falta que el poeta vaya a la
fábrica o a la oficina, un recodo del camino o la grada de una escalinata, son
buenos lugares para escribir un poema si tenemos papel y lápiz a mano.
Pero pocos se percatan que el
trabajo sutil, aunque sea un suspiro o un diálogo con las nubes, desgasta
fuerzas emocionales, siendo la emoción una herramienta tan efectiva y necesaria
como la de un martillo o un azadón. Pero además de ser una herramienta, con
ella elabora un objeto artístico. Lo que deseo insinuar es que la poesía es un
trabajo productivo o, al menos, una mimesis espiritual de este. Y a diferencia
de la tarea material específica, la poesía puede o no entrar en la cadena de la
retribución de su equivalente monetario.
En la casi
totalidad de los casos no ingresa en la burda escalera de la oferta y la
demanda mucho peor en la de la ganancia. Y esto porque el poema real, genuino
se lo forja con las alas del ensueño desinteresado y es un producto de consumo
restringido, además de la indolencia o incomprensión de la mayoría de hombres
acerca de la belleza. Pocas veces un poema es degustado en vasta escala. El Tigre
de William Blake o Estival de Rubén Darío o el Cuervo de Poe son alimento de
una relativa mínima y selecta colectividad que lija sus neuronas y prende sus
antenas en busca del raro castillo edificado con palabras.
Si el poeta no va a
ninguna oficina o fábrica es porque está ligado a la naturaleza y a la
humanidad y usa del lenguaje que se supone que todos lo conocen. Vive y estudia
la realidad y la sintetiza, y la construye, como el obrero que utiliza cal y
arena o cemento y agua y con ellos sintetiza la pared y la edifica. El poeta
como el obrero es antiburocrático por antonomasia, como trabajador aprende
solo, es un autodidacta. Poeta y trabajador se emparentan en su múltiple
capacidad de realizar creaciones y soluciones y ser en la sociedad los que
saben los siete oficios y tienen catorce necesidades. El poeta es como el
obrero emigrante, un ser planetario que sueña y trabaja por un mundo mejor sin
patrias y sin fronteras, sin elecciones y sin politiqueros voraces.
La distonía del
poeta- del artista- con la sociedad en la cual vive, surge precisamente de esta
situación en que no se adscribe a los gustos y tópicos de sus coetáneos que
viven en un presente incambiable y predecible, con el confort que poseen o
desean poseer, con sus yoes inalterables y permeables a la rutina, a la
vulgaridad, al chisme y a la fantasía populista y diuturna. El poeta, en su
poesía, está proponiendo mundos nuevos, originales, combate consciente o inconscientemente
el estancamiento, la mirada retrógrada, la idolización del éxito, el culto a la
cantidad. Sus textos, lo quiera o no, son crípticos, exigen un trabajo de la imaginación,
exigen la elevación permanente de la cultura. Por esta potestad y encanto raro,
poetas y poesía son relegados de la república, expulsados de colegios y
universidades, sometidos al ocultamiento y a la incomprensión en la mente de
profesores, alumnos y sociedad entera. Pero sin poesía- así como sin
matemática- la sociedad pierde rumbo y nivel, no sabe a donde va ni lo que
quiere. Poesía y matemática son puntales de la ciencia, del desarrollo real de
la tecnología y la comprensión humana.
El poeta acumula- debe acumular- materiales de
vida, experiencia, lecturas, léxico, historias, preocupaciones sociales y
perspectivas mejores. Mientras más apertrechado está, más sólido e imaginativo
será. La producción es un intercambio y fusión de materiales bajo la clara
dirección y selectividad del trabajo. El poeta no es menos selecto y capaz de
asimilar lo más disímil y distante para meterlo en la semántica de su creación.
Imaginar es una labor selectiva porque descoyunta la realidad y la eleva al
plano del perfume o de la esencia que viajan por las esferas. Así como la
producción material es impensable sin acumulación de instrumentos, insumos y trabajo,
la producción poética solo estiliza y edifica la belleza a través de lectura y
contemplación, imitación y trabajo oral y escritural. El trabajador no
fantasea, trabaja, y el poeta verdadero imagina mundos reales- aunque aparezcan
como ideales- y subordina la fantasía al campo de la búsqueda o como motor de
la imaginación.
El poeta- a
diferencia del obrero y el burócrata- labora por gusto, por pasión, por
entusiasmo. Lee por gozo, por placer y escribe por el encanto de dar rienda
suelta a sus sueños más consentidos y vibrantes. Si toda una sociedad hiciera lo mismo, no
habría necesidad de la compulsión del estado, ni sería necesaria la educación enrumbada
a la ganancia, ni policía o ejército para reprimir o defender fronteras ni
patrias que ya no existirían.
No habría necesidad
de elecciones o plebiscitos para mentir o prometer lo que no se cumple nunca,
para meter gato por liebre con las personas más inadecuadas en el concierto
público. Con la poesía en las manos- y decir poesía es decir la más alta
cultura material y mental- a la sociedad no le haría falta nada porque se
autogobernaría sola y con el mismo gozo y desinterés que leer un libro de los
poemas que más amamos.
La enseñanza de los
grandes poetas es, en definitiva, que siempre debemos tener el globo a cuestas,
como el Atlas de la mitología griega que carga el mundo a sus espaldas. El mundo
es el inicio, el medio y el fin del poeta, el mundo como está siempre será
perfectible, como un poema o un edificio susceptibles de perfección o
mejoramiento. Y en el mundo, no faltaba más, está, estará siempre la humanidad
cada vez más perfecta como meta.
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