Un Concurso Poético

René Magritte


Un Concurso Poético
Amplitud de conciencia y afectividad
Por Fabián Núñez Baquero
24/09/12

Un concurso poético hoy es una tarea de salvamento para el maltrecho estado del lenguaje, la creación y la lectura. Muy pocas personas se dan cuenta cabal del estado del analfabetismo real en el mundo. Y entendemos por analfabetismo no la simple constatación de no saber leer ni escribir, sino la falta generalizada del ejercicio alfabeto de la lectura. Sin lectura el hombre está condenado a la ignorancia, a la falta de perspectivas, a no entender el mundo y la sociedad, a no tener memoria de su propia circunstancia como individuo . Pero, si la lectura general es decisiva para la humanidad, la poética es la pragmática de mayor envergadura para el desarrollo del pensamiento, la sensibilidad y el lenguaje. A condición, por supuesto, que ella cumpla con sus postulados imaginativos y semánticos. A pesar de que la poesía ha sido tratada como la cenicienta de la cultura,el paño de lágrimas de poetas y no poetas, ella es la fórmula mas excelsa de conocimiento y sensibilidad.

Pasaron ya los tiempos en que connotadas personalidades del mundo de las letras, incluidos poetas de gran escala, repetían, con mayor o menor grado de sinceridad, que no sabían lo que es la poesía. O declaraban, con modestia real, que sabían al menos lo que no era poesía. Hoy la situación es de regresión hacia una ignorancia mayor y existe hasta una especie de regodeo festivo en asignar al poeta y a la poesía un lugar en los procesos o especies en extinción. Hasta -y es lástima confesarlo- hay algunos poetas que hacen gala de confesión estrafalaria cuando dicen que el poeta no enseña nada, no es nadie, que cualquiera puede ser poeta sin necesidad de leer, sólo mirando incisivamente los dos cuadrantes de su ombligo. Las autoridades educativas e instituciones privadas de mercadeo escolar contribuyen a este analfabetismo estético al mandar al desván de lo inútil la lectura y la declamación de poemas.

No existe la menor voluntad de involucrar a estudiantes en el proceso de entender un apólogo, de recrear y comentar una fábula, de practicar el trabalenguas o la adivinanza, de entrar en el mundo único de la creación poética. Estamos acosados por una pandemia patriotera que pretende encarcelar a la imaginación a describir los sucesos de la tienda de la esquina o el bostezo del compadre y vecino de barrio. Autoridades educativas y hasta poetas pretenden llevar piñas a Milagro al insistir en un lenguaje de la cotidianidad y partir del entorno pobre y rupestre de la circunstancia vital. Los hombres quieren maravillarse en las obras de Verne, en los cuentos de Quiroga, en los poemas de Lope de Vega o Calderón de la Barca, en las obras de los verdaderos maestros de la especie.

Desde hace mucho tiempo sabemos que la palabra es abstracta y que sirve para apropiarnos del planeta y del universo. La poesía es la ráfaga, el vehículo espacial que nos lleva más allá de nuestros confines. Es la energía para superar nuestros límites y debilidades. Es verdad que una caterva de gentes- que se hacen llamar poetas- han metido gato por liebre, haciendo pasar por poesía textos que no son sino frutos de su arrogancia, de su deseo de figuración, de ese prurito malsano que tienen determinados sicofantes de timar a través de las palabras. Y hasta existen denominados “críticos” que respaldan esas pútridas emanaciones.

Pero el poeta y la poesía son, han sido, y continuarán siendo un milagro de la naturaleza. Son la concentración suma y el hilo de Ariadna de la esperanza en un mundo mejor. Son el producto del trabajo, de la lectura, de la reflexión, de ese camino de lucha que va desde la oscuridad hacia la luz, de lo ininteligible hacia la nitidez de un orden superior. La poesía es la lógica de los sentidos y la semántica de esa esfera intermedia entre el pensamiento filosófico y la imagen simple del mundo, la sensación. Para vestir de poesía al mundo es necesario llenarnos de vivencias, historia, filosofía, ciencia, lecturas insólitas. Una analogía no surge en un cerebro vacío. El hábitat de la metáfora está en los hombres y mujeres que leen, leen mucho y observan y sienten y son cristalinos en sus expectativas y propósitos. Como en todo, un poeta honrado es mejor que un poeta famoso que ha ganado sus trofeos mediante trampas. Se lo percibe en sus poemas, en su dicción, en su entusiasmo sincero, en su vida.
Todos estos factores salen a luz en un concurso cuando hay un jurado que entiende de verdad el proceso poético. La poesía posee su propia objetividad y es posible entenderla y sopesarla con exactitud. No participamos de la opinión aquella que asigna a los gustos simplemente la preferencia de un poema. El grado de calidad se impone a través de los recursos poéticos y de la semántica alcanzada. El motivo o tema debe ser puntualizado, y esto porque no se puede comparar dos poemas con temática diversa y, peor aún, con tendencias o registros diversos: la poesía social o la poesía amorosa, por ejemplo.
En este sentido es ejemplar, digno de encomio, la convocatoria a concurso poético de los Rapsodas 3000 Poetas. Aplaudimos esta iniciativa. Ojalá haya instituciones del estado y de la sociedad que sigan este ejemplo.

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