El poema mayor


El poema mayor

Por Fabián Núñez Baquero

13/11/18

El poema mayor del poeta resulta al final su propia vida: es posible que su entusiasmo y su fe en si mismo superen sus expectativas y sus metas alcanzadas. Comenzó con el arrobamiento frente a la naturaleza, con la inevitable lectura del mundo y con su mundo de la lectura, y ha concluido conque el único edificio real que ha estado construyendo ha sido el de su rara e inmodificable existencia. Y construirla ha significado una larga estancia en el paraíso terrenal,el único edén que posee sus propios infiernos,purgatorios y limbos…
No hay espectáculo mejor ni más reñido que el jubiloso y agónico que el pancracio y la maratón prolongada de la existencia. La lección es simple:sin la contradicción vital, sin los tropiezos,dolores y gozos que escuecen la piel y los sentidos, no es posible levantar la arquitectura del poema. Desde luego este estropeo de huesos y tendones implica también los dolores de cabeza del estudio,la meditación y la devoción en la palabra, su ritmo, su cadencia y la simbología que ahora sabemos que es una sola: la honrada constancia de lo que somos y hemos sido y las vueltas y arabescos que hemos dado para decir a nuestro hermano: esto soy yo, esto eres tú, en esta gota de polvo estelar del planeta que nos ha tocado existir.

Ahora,a esta altura del momento, el poeta puede decir sin exagerar ni amilanarse: construir el poema es construir la propia vida. Somos arquitectos y albañiles en cada verso que decimos y escribimos, por eso debemos escribir lo mejor y más veraz en el telar cotidiano de la poesía, que es como decir en la estructura de nuestro propio ser.
Talvez por eso escribí:

Toda vez que no importa donde vengo,
toda vez que no importa donde voy,
a la luz que me informa yo me atengo,
a la verdad que esplende en lo que soy...

No es el dominio de la inteligencia artificial o del mundo cibernético la meta del verdadero poeta: su objetivo es el poema mayor, la esencia subcutánea del tiempo y la humanidad. Por supuesto esto significa algo más que una mera artesanía: buscamos la rúbrica de la eternidad en cada paso que damos. Por lo tanto no podemos estar divididos entre nuestro cuerpo y sus emergentes urgencias materiales, y la impoluta huella lumínica de la honradez y la senda del perfeccionamiento humano. El poeta no busca la fama o la consolidación del poder, se afianza en su propia traza espontánea, su impronta desnuda:

Nada puedo decir que sea mío:
ni el sol distante en plena lejanía
ni el verso azul que tiembla en melodía
ni este interno sufrir al que me fío…

Después de todo la armonía fundamental consiste entre el ser y el parecer: el disfraz de carnestolendas dura un efímero instante, la escena fingida no reemplaza la substancia coherente entre lo que pretendemos ser y lo que somos de verdad. Por lo que el poema mayor consiste en lograr la identidad entre nuestros huesos y nuestras palabras. Que nunca nos avergoncemos de nuestra creación y menos de las palabras que hemos plantado como ladrillos de tan preclaro edificio.

Poema y poeta deben ser parte de esa esclarecida ecuación que unifica la vida y su espejo, el rostro y el corazón. ¿De qué vale sacarnos el premio Nobel o ser traducidos a varias lenguas si nuestra existencia no corresponde a su espectro espiritual? El hombre de carne y hueso debe ser la correspondencia exacta entre su producción poética, su semblanza y sus acciones: ojalá toda su acción única sea poética porque el poema mayor es, debe ser el propio hombre.

En síntesis: luchemos por ser en cada poema la poesía de nosotros mismo.  




Comentarios

  1. Maestro, cuán refrescantes resultan para el espíritu tus palabras.
    La expresión de nuestros versos, no son sino, nuestra propia existencia.

    Hermoso y reflexivo.
    Te envío un fortísimo abrazo, desde Costa Rica.

    Darío.

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    Respuestas
    1. Gracias, Darío Nervo, por tu valioso y sentido comentario, que sigas escribiendo

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