El primer concurso poético en Quito



Rapsodas mañaneros





El primer concurso poético en Quito
Por Fabián Núñez Baquero
23/10/12

Tratar de imaginarse Quito hace 400 años puede ser un prodigio de finura y penetración hasta para cualquier hijo de esta misma ciudad. Para comenzar, en toda su extensión su piso era de pura tierra puesto que no la habían empedrado todavía. Y siendo una ciudad donde impera el frío y la lluvia ya se pueden imaginar el lodo, los ciénegos y resbalones al granel que esperaba a los viandantes y hasta a los caballeros, aquellos que disponían del motor de la época: un caballo. No había luz eléctrica, no existía sistema de alcantarillado, ni se soñaba siquiera en la existencia de agua potable y es obvio pensar que los quiteños- igual que los ciudadanos del planeta- no poseían teléfono ni todo el triquitraque electrónico que ahora felizmente poseemos.

Era,por consiguiente, una ciudad típicamente casaterrera- salvo las iglesias y monumentos y alguna que otra casa de Oidor u Obispo- y exageradamente medieval, hundida en las costillas de volcanes y nevados, creadores de cataclismos, conjuros y procesiones religiosas. ¡Y todavía existe gente que declara pomposa e ignorantemente que no hemos progresado!
Pero aun en estas condiciones las autoridades- en plena Colonia- se daban modos en educar y en educarse, no se olvidaban del arte. Se escribía todavía en Latín, es cierto, ¿ pero es que acaso en todo el planeta no se hacía lo mismo? Antes que en inglés, la ciencia, la filosofía y el arte estaban patentados en Latín que era el idioma de la cultura universal, como antes fue el griego, o el sumerio. Y, por supuesto, no se olvidaba el castellano, nuestra lengua madre de blancos y mestizos.

Hace 400 años-¡imagínense un poquito!- la gente leía en voz alta, cantaba en las iglesias cantos litúrgicos de Roma o de Alemania y, por la muerte de un judío,veía teatro. Claro que a algunos les costaba un ojo de la cara. Y más que eso, al Obispo Ribera- que vivió en plena época de disipación y entrevero de curas y monjas- le costó el odio de beatas y pueblo católico, por costear una pieza de teatro en homenaje a su sobrina, según lo refiere el magno historiador Federico González Suárez en su tan citado tomo IV.
Pero gracias a este eximio historiador católico, poseemos los poetas el dato más folclórico y festivo que pueda darse: ¡el primer concurso poético realizado en 1613! ¡ Y todavía existen gentes que niegan cualquier valor cultural a la Colonia! Y por favor, les ruego que no se rían, pónganse en los zapatos de la época, en sus claras y evidentes limitaciones: así nos cuenta González Suárez:

Diez años después, en 1613, se celebraron en Quito solemnísimas exequias por la reina doña Margarita de Austria, esposa de Felipe tercero; además de los oficios en la iglesia, el Ayuntamiento invitó a un certamen poético a todos los literatos de la colonia, señalando diez temas y ofreciendo premios de primera y de segunda, clase para cada tema. Los premios eran joyas de oro y de plata, telas de seda y guantes de ámbar; los versos debían ser unos en latín y otros en castellano. El mismo Ayuntamiento nombró la junta que había de examinar las piezas y discernir los premios; los designados fueron un oidor, el Fiscal y un canónigo.
Varias composiciones poéticas se presentaron; pero sólo dos alcanzaron premio; una en dísticos latinos, y otra en versos castellanos, aunque, en rigor, ninguna de las dos tenía mérito ninguno.
p. 1937 . Véase
Ahora que los Rapsodas 3000 poetas están recibiendo trabajos para su concurso poético, es seguro que el Jurado Calificador no podría aceptar el apodíctico dictamen de González Suárez: “ninguna de las dos ( composiciones) tenía mérito ninguno”. Y esto porque un historiador no es una autoridad poética. Aristóteles ya distanciaba, en kilómetros, la historia, de la poesía. Pero aún menos que un historiador, pueden atribuirse autoridad un Oidor, un Fiscal y un Canónigo. Pero así era en ese tiempo, era lo que disponían, no tenían más. Pero con ese paso ejemplar, limitado y todo, sentaban las bases de la cultura artística, educaban. Ellos llamaron a todos los literatos de la colonia a participar en el concurso y sus premios no eran despreciables. Era como llamar a miles de poetas del vasto imperio español. Los Rapsodas 3000 llaman a todos los poetas iberoamericanos y lo hacen con un sistema electrónico tan impresionante que bien podemos convocar a todos los poetas de todas las galaxias. En cuanto a los premios había virtualmente 20 premios porque se premiaba a 10 temas con primero y segundo lugar. Pero no les ha de haber ido tan bien puesto que solo se dieron dos premios. Lo que implica que en toda la colonia o no habían muchos poetas o habían tan pocos que por eso hubo para solo dos premios o,lo que es más posible, todos los poetas coloniales jamás supieron del tal concurso poético en Quito. La culpa era, fue o habría sido el que un comunicado local, vía autoridades coloniales, no llegaba ni de broma a los interesados en concursar. Un bando en una plaza, en todas las plazas, es tan limitado como un litro de leche para cien personas.
Ahora los Rapsodas 3000 realmente han invitado al concurso a todos los poetas iberoamericanos que lean en internet su convocatoria. Pero no todos los poetas están interesados en internet, no todos concursan, o si concursan lo hacen por metálico, y no todos han tenido acceso a la página de los Rapsodas o del Palacio del Poeta. Tendremos más participantes, eso es seguro, aunque no tantos para tamaña convocatoria. Relativamente estamos- en cuanto a participación- empatados con el primer concurso poético colonial. Eso sí, nuestros jurados todos son poetas.

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