Lo fácil y lo difícil
Lo fácil y lo difícil
Por Fabián Núñez Baquero
30/05/1
Lo fácil y lo difícil
Por
Fabián Núñez Baquero
30/05/18
Es
fácil, facilísimo, considerar como si todas las cosas fueran fáciles. Las
personas superficiales en especial, consideran fácil lo que hacen los demás. Lo
difícil es ver aun en lo simple la dificultad. Es fácil decir no hay nada
nuevo bajo el sol, o también, todo es nuevo bajo el sol, lo complejo
es ver lo nuevo y lo viejo bajo el sol. Las distinciones sutiles entre lo que
se conserva y lo que se renueva, lo que permanece y lo que cambia y lo que
siempre permanece en el cambio permanente, revelan un talento de percepción especial.
Las
formas cambian, pero la esencia es la misma, pero hay momentos en que hasta la
esencia se transforma en otra esencia, esto es lo que llamamos un salto de
cualidad, cuando el agua se convierte en gas o las palabras en poema. Hay mucha
gente que dice, muy suelta de huesos, ya todo está dicho, no hay ya
nada nuevo que decir, los poetas se repiten, la poesía ya no
puede expresar nada nuevo. Es como si dijéramos la realidad se repite, es
la misma siempre. La realidad se condesa y se volatiliza, es ella misma y es
otra, posee varios rostros. Pero, sobre todo, la realidad siendo infinita
necesita también una interpretación infinita.
Usamos
formas finitas para expresar lo infinito, un soneto o un cuarteto sirven muy
bien para una nueva versión de lo infinito. Un verso poema, si es bien logrado,
basta para trazar la hipérbola del universo. La poesía es la hipérbola que toca
tangencialmente todos los puntos de la circunferencia. Siempre que sea poesía,
si el poeta usa la polisemia y la connotación, entonces es poesía lo que dice.
O si su descarga sensorial transforma la percepción normal cotidiana.
Tigre, tigre que flameas en los bosques de la noche…
Así
empieza Blake su célebre poema. Y así inicia una estrofa el gran Whitman:
Creo que una hoja de hierba no es menos
que el día de trabajo de las estrellas…
que el día de trabajo de las estrellas…
Es
la naturaleza la que usa la voz del poeta para mostrarse y cantarse a sí misma
y también lo es el ser social, el inconsciente planetario. El poeta está
investido de sagrada necesidad y está cargado de azar y de destino. Por mucho
que los tontos lo nieguen, no es un ser cualquiera que se lo pueda encontrar a
la vuelta de la esquina. Y es tan sencillo y simple como un niño. Fácil y
difícil al mismo tiempo, como el aparecer del sol todos los días, con su vestimenta
cálida y anaranjada. Tan obvio y eminente como una molécula de ozono o la
órbita olorosa de un girasol. Ser poeta es un fácil y difícil ejercicio
cotidiano. Nadie se gradúa de poeta ni es poeta siempre, por más que haya gente
obstinada en adorar dioses falsos o rendir pleitesía a la nulidad famosa o a la
plebeya publicidad. Las personas sólidas desconfían de las famas incoadas en el
tablero publicitario o que se forjan a punta de dádivas. El verdadero poeta
solo con su presencia niega los vetustos abalorios de la mentira, la lisonja o
el pedestal forjado por el barato amiguismo. El poeta real tiene la extrema
independencia del gato montés y la delgada textura de la piel del musgo. ¡Qué
difícil encontrar un gato montés en la sala de un ciudadano que asiste a la
dosis cotidiana de chisme televisivo y afición diaria de las redes sociales!
Esta breve reflexión me hace recordar un viejo poema mío que se titula: Poema
difícil, y que comienza así:
¡Qué difícil ser hombre en estos días!
Qué difícil ¡y tanto!
Levantarse en la mañana,
palparse todo el cuerpo
y exclamar sin creer:
¡hombre, pero si estoy vivo todavía!
Por
supuesto que hubo alguien en un recital que me preguntó: ¿Y por qué llama
difícil a un texto que parece fácil? ¡Así!
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