Volver a ser niños La poesía infantil

Volver a ser niños
La poesía infantil
Por Fabián Núñez Baquero
04/09/18
Casi en todas las literaturas existe una escasez de poemas para niños, esto a pesar de que grandes autores como Lope de Vega, Antonio Machado o García Lorca han dedicado parte de su producción a la fantasía infantil. Y es que hay que hacer una distinción preliminar del punto de vista en este quehacer literario: los poemas para niños, escritos para ellos, y los que se escriben desde la perspectiva de los propios niños. Como quiera que sea en ambos casos se requieren cumplir muchos requisitos para el fin de recrear la mente infantil y encantar su imaginación hasta tal punto que los niños aprendan de memoria y les guste declamar los poemas.

Como sabemos ya no estamos en una época de ingenuidad o muy apta para la leyenda o los mitos, pero es evidente que los niños poseen una zona de fantasía y plenitud creativa, que de alguna manera está muy cercana a la poesía. Hasta podríamos atrevernos a decir que por su propia naturaleza los infantes son poetas natos,tanto por vivir de emociones y ensueños como de practicar el don espontáneo del habla, del ritmo, de la apetencia a la musicalidad y al movimiento vivo de las palabras. Les gusta las adivinanzas, los cuentos de misterio, el juego o las chanzas con los giros del idioma. Y lo que sucede a los niños, de alguna manera también sucede a los poetas y a las personas sanas: les apasiona el juego, el despertar de los sentidos y la mente con y a través del lenguaje hablado.

Son los niños quienes generan, al fin y al cabo, las reglas de juego de la poesía infantil: ésta debe tener espontaneidad, sencillez, claridad, ritmo, musicalidad, gozo, un poco de picardía, un don de ingenua y pujante visión del mundo, de los seres y de las cosas. En los niños las fronteras entre realidad e irrealidad no están establecidas de forma muy nítida y el ensueño y las ideas de igual manera. El niño está convencido del lenguaje universal y de la hermandad natural del hombre con animales y seres de la naturaleza. Por eso les apetece oír hablar a los animales en las fábulas y apólogos, en los poemas.

Desde la Batriocomiomaquia ( la guerra de las ranas con los ratones, parodia de la Ilíada) de Homero hasta las fábulas de Esopo, los infaltables e increíbles griegos ya practicaban en su literatura la personificación de la naturaleza, de los animales, a quienes les atribuían caracteres y modos de comportamiento similar a los humanos. Y sabían, además, el valor intrínseco del desarrollo de la imaginación para los niños y jóvenes. Ahora todos los esfuerzos por volver a instaurar la poesía en los niños tienen un valor sustantivo. La extraordinaria poetisa española Gloria Fuertes decía, con la sencillez aguda que le caracterizaba, que la poesía para los niños era más que importante, necesaria. Nosotros creemos que de una necesidad definitiva si queremos el verdadero y endógeno crecimiento de la mente y los sentimientos nobles en la humanidad. Debemos copiar la ingenuidad de los niños, volver a ser niños, si queremos escribir por y para ellos.

Aunque parezca increíble este retorno a la niñez paradisíaca es un poco más que difícil, tenemos demasiados estratos de seriedad y gordas costras de malas costumbres y fijaciones malsanas, pero hay que intentarlo por amor a ellos. Los rapsodas lo vamos a intentar y lo primero que tenemos que hacer para este feliz retorno es inscribirnos en la alegría, en la musicalidad y en la locura de la creación verbal, en la lectura del mundo desde la inocencia y la sonrisa y en el mundo de la lectura, con maestros como Lope de Vega y Lorca y Fuertes.
Solo voy a poner dos ejemplos de mi cosecha: uno desde la perspectiva para niños:

Números
Piensa un número y sonríe
auméntale caramelos
multiplícale con flores
y haz la suma con bondad
el total es miel y estrellas
y suma felicidad
Y el otro, como si lo dijera una niña:
Escondite
Desde España vino un rey
vino a buscar una reina
yo me escondo entre las rosas
así no me encontrará...



Comentarios

  1. La pura inocencia, la ingenuidad de semilla y la espontaneidad de brisa marina, es un don que todos tenemos un día, el don de ser niños. Saludos atentos Maestro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querido poeta Quinde: ahora les toca a los rapsodas continuar la tradición poética para los niños, un abrazo hasta el sábado

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Metabolismo y poesía

Similitud y comparación, ciencia y arte

Jitanjáforas