Texto y contexto


Texto y contexto
Por Fabián Núñez Baquero
21/01/20


El texto y el contexto tienen relaciones de sentido y enlace, como los mapas de direcciones espaciales. Son las ordenadas y las coordenadas del lenguaje, solo que no son tan fáciles de encontrar o descifrar. Al menos en textos poéticos hay con frecuencia criptografía o referencias simbólicas. A menudo se habla de entorno como sinónimo de contexto. Y es que realmente el contexto es de alguna manera la suma y la síntesis de los caminos que conducen a explicar un resultado. O también puede llamarse el ambiente o atmósfera que rodean a un engarce o a los lazos que conducen a desvelar un significado.

En poesía texto y contexto funcionan como referencias biunívocas: uno lleva a lo otro y lo otro a lo uno: son caminos interconectados. Donde no hay interconexión no existe semántica.

Una ninguna
dola de Lola
trela de estela
del negro pipón
bilín bilón
bilín bilón

Aquí tenemos un texto cuyo contexto es un juego de palabras para niños. El contexto es un juego para niños y el texto el poema. Texto y contexto no tienen otra pretensión que jugar con las palabras, divertirse con ellas: un movimiento de la atención hacia la sonoridad de las sílabas y una posible concordancia de ellas y de sus probables sentidos.

Si es mariposa no es rosa
si es ruiseñor es amor
si el gallo que baila es pelón
que baile la pera, el limón
¡y que nadie se arrime al rincón!
¡que baile pelado y pelón!
¡que baile pelado y pelón!

Es evidente que las palabras tienen ritmo, melodía e incitan al movimiento, a la danza. Si se estudia el texto se verá que está confeccionado con palabras de dos y tres sílabas, acentuando el final de cada verso con el uso de palabra aguda, lo que consigue un final rotundo, lo que algunos llaman verso masculino.

Si se impone a cada pie un ritmo, se verá que aunque en el primer ejemplo no se propone explícitamente bailar, se produce una danza, un vaivén con cada palabra. En el segundo ejemplo la propuesta verbal es manifiesta y el movimiento es más vigoroso.

El primer ejemplo usa fonemas que pueden no tener significado como dola, trela y es por esto que se acerca más a la estructura de la jitanjáfora donde predomina el elemento fónico antes que la sintaxis o la semántica. Y por esto mismo no propone racional ni verbalmente el baile, pero lo incita.

En ambos ejemplos se hace presente el estribillo, que es una repetición de verso para dar énfasis a la intención y a la sonoridad.



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