La poesía es para todos, pero no de todos

René Magritte


  • La poesía es para todos, pero no de todos
    Después de asistir a un recital
  • Por Fabián Núñez Baquero



  • La poesía es paño de lágrimas de todos. Pero no se debe abusar de ella. No olvidemos que ella representa el pináculo del esfuerzo y sueño humanos. Es la necesidad convertida en culmen, la sed expresada con partículas de luz, el hambre transformada en vuelo, el amor metamorfoseado en la canción más perfecta. Y, por supuesto, es algo más que los pobres sentimientos terrestres o los secos aunque transparentes esquemas lógicos. Está en todas las actividades humanas, pero no todas deben situarse en ella. No la transformemos en muleta o silla de ruedas de la mediocridad. 
    No es una foto en Atenas si nos falta el vuelo de Arquíloco, no es otra instantánea en el cañón del Colorado o el coliseo romano, si nos aflige la pobreza de visiones y tartamudeamos miserablemente los lugares comunes; no es un título académico si no sabemos el valor perfecto de la semántica y el ritmo. No es la manera para quedar bien con la mujer amada, la esposa o la querida. Tampoco es la aguja de la simple y aguda inteligencia. Sin sentimientos se transforma en estatua sin vida y solo con conceptos construiremos tramoyas o cometas vaciadas de viento. Pero quien atiborra las palabras de repeticiones mimosas y sentimentaloides no merece ni el nombre de Homo Sapiens.
    No está demás recordar que ella mide su perfección en un tallo de hierba o en la macro tarántula del Cosmos y adivina el porvenir de la sociedad y las constelaciones. De qué nos puede servir mostrar una ampulosa hoja de vida si no podemos adivinar el significado de una hoja de puerta abierta en la cabaña del bosque y la imagen de un lobo bebiendo néctar de luna en la noche solitaria. ¡Qué pobres dimensiones la del hombre que cree alcanzar el cielo solo mirando los ojos de una mujer que casualmente es la suya! 
     Mientras más abajo te encuentres en la cadena de la vida más altos deben ser tus mantras y ensoñaciones, nos dice, discreta, al oído. Y si no tienes palabras para el aura que oscila inquietante en tu interior, entonces ve a los diccionarios de la lengua y de la existencia y haz chocar conceptos y sensaciones como lo hacen los trituradores de partículas o las centrifugadoras biológicas. 
    Así y todo los resultados no siempre son poéticos. Hay poetas que escriben toda la vida vastos volúmenes de versos para conquistar uno solo en la cima de la excelencia. El poeta es un modesto cazador de irrealidades y de vez en cuando da con una gema de una reina o el diamante que conquistó Golconda.
    Vamos a un recital y queremos encontrar joyas y flores raras o siquiera un masaje para el corazón. Pero si asistimos a la arrogancia desatinada o la conformidad con lo ridículo, entonces nuestro espíritu encuentra una prisión en lo vulgar y una espina de fealdad en las comisuras. 
    La poesía es para todos pero no de todos. Un hombre abre desmesuradamente los ojos y parece que se le sale de la boca el corazón cuando se ve impactado con la flecha real de la poesía expresada por un rapsoda o por un poeta. Pero no puede reproducir ni las palabras ni las imágenes, esa descarga eléctrica que generó el bardo con sus inflexiones sensoriales. El bardo real conoce que solo un trabajo de todos los días puede incoar esas saetas de armonía estética, un enjambre melífero de palabras punzadoras. No existe el rapsoda improvisado y menos el poeta que inventa avatares milenarios surgiendo de la ignorancia o de la ceguera del mundo.
    Benditos aquellos que hicieron su primer poema y ya les publicaron en famosas revistas extranjeras. Fueron mimados no solo de la fortuna- que, después de todo, llega a muchos- sino de nuestra señora la Poesía, que llega casi a ninguno. Y eso si es que realmente son o fueron poetas alguna vez. 
    Lo usual es que- igual que la ciencia u otras actividades artísticas- ella nos exija estudio y perseverancia, ese malestar continuo que afecta el aparato neurovegetativo que pide a gritos poesía para la sanación y el éxtasis. Después de todo el poeta necesita tanto de la poesía que no le importa los estudios y los trabajos que debe realizar para alcanzar su dádiva. El más pobre de los pobres y el más desventurado de los desventurados es el poeta. Pero cuando logra una creación nadie es más rico y feliz que él. 
    El poema no es una pose para apantallar, no es un dato más del curriculum vitae, no es la reseña de un viaje a las antípodas o un carnet de astronauta; tampoco detenta el poder de conquistar féminas o chillar en do mayor porque se compró un carro híbrido. Nada de eso. Uno conoce la chispa del poema cuando se produce un ligero escalofrío en el encéfalo. Lo insólito de la forma y de la colocación de las palabras en cada verso o cada estrofa. El poema no dice- no debe decir- las palabras corrientes y molientes de todos los días. ¡Ay del aspirante a poeta que repite la expresión te amo! Y ¡ay del que no comprende la necesidad de decirlo en algún momento! 
    Existen cotorras que repiten no hay malas palabras en la poesía. Sí,talvez. Pero el caso es que existen malas palabras: las malas hierbas de los tópicos y las frases cliché y las que se se desparraman sin contexto en una retahíla de inconexiones yuxtapuestas. Una especie de rompecabezas sin cabeza.

    Para todos es la poesía, pero no de todos. Los libros y los recitales se parecen como una gota de agua a otra: en el recital aparecen bulliciosamente los aciertos o errores de los libros y en el libro están eternizados los que pudieron ser solo errores momentáneos. Los recitales y los libros revelan el nivel de la cultura de un pueblo, y no sólo su desarrollo del lenguaje. 

    Quien no puede percatarse , en un momento dado, que está haciendo el ridículo, no es persona discreta, y si no lo es, no la pidamos que escriba ni sobre ni poesía, ni de genética o de taxonomía. 
    Es simplemente una persona deslenguada con pujos de artista o de científico. Y no nos martirice- por favor- con ese anti poético y anti vital rosario de méritos, diplomas, cursos, anti cursos, viajes, muestras de vídeo o de fotografías al menudeo y demás lagartijas mosquimuertas.

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