11 Umbral de la poesía



El faro del poeta a pocos kilómetros del Palacio del poeta

11 Umbral de la poesía


Por Fabián Núñez Baquero
09/03/2012


Hemos utilizado la combinatoria de dos y tres palabras para generar los peldaños del poema y, en algunos casos los peldaños por sí solos ya estructuran el poema. Utilizo el término “poema” en sentido general no en sentido estricto. En nuestra práctica hemos visto desenvolverse las palabras con sus múltiples rostros, verbalizando su esencia sustantiva, sustantivando su verbalidad, adjetivando su verbo. Por supuesto con la ayuda de las preposiciones, conjunciones y luego con esos instrumentos tan flexibles e infinitos como son los adverbios. Para nuestro asombro hemos sido testigos de transformaciones poemáticas que no sólo tienen su propia y orgánica valencia sino que proponen variaciones infinitas en la misma temática o motivo. Estamos ahora seguros que podemos realizar los poemas que queramos afrontando el mismo tema. Y quitándonos de encima el cuco falso de la abundancia de palabras o lo que los noveleros llaman los “nuevos lenguajes”. Por supuesto, esta no es una invitación a la monocordia.

Hemos comprendido que el cómo- es decir, la forma- es la esencia de las modalidades de creación, partiendo de parcos y limitados elementos sustantivos y cómo desde éstos, es decir, desde su contenido, su materia, se generan las asociaciones analógicas. La mente, la sensibilidad, a través del lenguaje, la palabra, recrean la realidad, toman de ésta su sustancia para- como si jugaran con plastilina- formar una sobrerrealidad, algo que de verdad no existe en la naturaleza y que se ha creado sólo con sonido graficado. Por supuesto las prácticas realizadas no deben detenerse. Hay importantes propuestas combinatorias de compañeros que deben seguirse trabajando ya de manera personal. Tienen trabajo para rato.

Nuevas reflexiones sobre la poesía


Ahora vamos a ir a la combinatoria más basal: la de las palabras mínimas de dos y tres sílabas: De hecho ya todo niño comprende la importancia de las sílabas( desde luego si tiene maestros que tengan dos dedos de frente para hacerles silabear y saborear los acentos), y el poeta, con mayor razón, porque las sílabas son el hálito fundamental de las palabras y de la combinatoria poética. Quien no sabe silabear es como quien no sabe solfear. La sílaba es el eje fundamental del aliento, del acento, del sentido. Las sílabas son como las sustancias angulares del ADN que se mueven de forma binaria o ternaria o como una ecuación tripartita con su igualdad de por medio.

Pero antes vayamos a la causalidad de la intención o al síntoma poemático.

Los poemas surgen por una especie de llamado al baile. Y no importa que el tipo de baile que pide el cuerpo sea desde la depresión más angustiosa, la serenidad creativa o la ruidosa alegría. Internamente surge una percusión rítmica, un acento continuo, que no nos deja, palabras rítmicas, un balbuceo de canto, de afirmación o génesis de ritmo. No existen ideas, no hay nada preconcebido, sólo ritmo, palabras con acentos más pautados que se imponen como un manantial, como un pentagrama semántico, al principio oscuro, pero en busca de claridad y ritmo imprescindible. Recordemos las palabras de Mallarmé a su amigo pintor Dégas ( o fue a Manet?), cuando éste le decía que él también tiene ideas para la poesía, Mallarmé le respondió: maestro, la poesía no se hace con ideas sino con palabras.

Por supuesto cuando se trata de la poesía conceptual hay que matizar, pero aún en este caso la poesía se hace con palabras, con el ritmo de la sílaba trabajada en percusión y en creación. Yo diría que en esta necesidad de baile, de danza, surge la expresión verbal: el rito de la danza siempre fue coetáneo al himno, al canto. Y, bueno, así como de un taller lleno de herramientas y materiales podemos sacar productos ricos de contenidos y relaciones, de la misma manera, este llamado al baile, este ritmo será tan rico y variado conforme al dominio de las palabras, de acuerdo al ámbito y extensión cultural del poeta. Pocas palabras, poca variación, escasa cultura, poema escaso, pobre. Pero ¡ojo! Tampoco hay que despreciar ab ovo el poco caudal de cultura.

El poema verdadero es una joya rarísima que a veces nace de la escasez, de la necesidad o de un solo elemento famélico, como el diamante del carbón o la mujer hermosa de un suburbio. Hasta es posible que podamos eliminar la expresión adverbial “a veces”.

Pero todo depende de la fusión entre sensibilidad e inteligencia en el ritmo y la combinatoria, la sintaxis sensorial, que no debe descuidar la sintaxis gramatical. La elección de palabras y sentido, la semántica del todo materializándose en una estructura orgánica. Si el ADN tiene una subyacente semántica rigurosísima y el par de cromosomas de la misma manera, no veo la razón para que no podamos imitar y trascender esa rigurosidad. De hecho el poema verdadero es esa trascendencia.
Lo que hemos llamado objetividad en la subjetividad, la verosimilitud del bordado tonal es de extrema e insoslayable categoría. La objetividad y la verosimilitud son el binario semántico y semiótico a la vez. Una araña drogada rompe todo esquema y se bamboleará con su baba- antes creadora y prolífica- sin producir la estructura de su tela o, por lo menos, ésta tendrá más baches que agujeros negros tiene el universo.

Pero lo más grave del caso es que la araña, igual que un o una poeta subjetivos, no se da cuenta de que su trabajo se asienta en la pura subjetividad y no tiene sustento objetivo. Hasta la más humilde bordadora o tejedora sabe qué clase de arquitectura está generando, si un saco de lana o un mantel a croché. Araña y tejedora- cuando están sanas- conocen lo que se llama el sentido, la semántica de su obra y no buscan sino desarrollar la madeja desde el punto de inicio hasta el final. En poética esto se llama la generación orgánica del poema, la trama, el sentido, la verosimilitud, la semántica combinatoria.

En poesía la forma es esencial, pero el sentido, lo que se llama el contenido, es aún más esencial. Aunque por lo regular- en poemas bien trabajados- el contenido y la forma yacen en tal mezcla gozosa que son un todo fundido y sin costuras binarias. Pero, por lo regular, aunque no sea fácilmente perceptible, el poeta debe dejar la huella, el inicio de la madeja, debe dejar una señal, una pista, como el hilo de Ariadna en el Salsipuedes del Minotauro. Pero debe evitar en lo posible dejar la impronta de una referencia cultural o una cita célebre de un no menos célebre poeta o personaje. Una muleta no afianza una mala poesía ni la fama del personaje citado apoya la mediocridad del mal poeta.

La palabra inicial del poeta- sea cual sea- debe respetar su lógica y desenvoltura particular, e ir hasta el final, aunque los vericuetos sensoriales, fónicos o escriturales, lo desvíen momentáneamente. Una obra es- debe ser- un todo orgánico, como el cuerpo lo es respecto de la célula, de tal forma que cada palabra sea tan precisa e indispensable como una piedra en una catedral. El poeta verdadero juega pero no juega. Sabe la diferencia entre armar un rompecabezas con piezas yuxtapuestas, adosadas mecánicamente, y lo que significa construir un hexágono habitacional por parte de la abeja o la endógena reconstrucción del hígado por parte de un hombre que confía en la naturaleza. Conoce lo que es armar un naipe solitario, y cuando un solitario arma, genera un poema. El naipe es la carta del azar- una combinatoria demasiado amplia para ser conscientemente restringida-, el azar de la poesía en cambio, es una carta que no es un juego de naipes sino que es el mismo juego de la vida, de la vida acotada a un sentido restringido. De la vida que juega su propia partida.

Y la vida es tan seria y tan alegre a la vez, tan dura y triste, tan gozosa y fácil- pues que nos la han obsequiado- tan variada y hermosa a la vez, que no hay lugar para el casquivano, para el truhán o el perdonavidas, para el que usa la poesía para trepar, la confunde con escenario o escarapela, título o diploma, agencia de Eros o empresa de negocios. Si existe algún juego serio, ése es el de la poesía. Y es tan serio que pocas veces la encontramos, la producimos. Tan pocas, que a veces dudamos si es que de veras la conocemos. Tan seria y tan delicada, que Rimbaud decía a voz en cuello: par delicatesse je perdue ma vie. Sí, así es, por delicadeza podemos perder nuestra vida.

El Yambo y el Troqueo, los pies fundamentales del ritmo


Con palabras de dos o tres sílabas podemos crear poemas, pero es la necesidad de ritmo lo que genera las sílabas y las palabras. Los griegos, ese pueblo que lo creó y estudió todo en el lenguaje, las artes, la técnica y la matemática, nos dejaron preciosas enseñanzas en la creación poética, desde Aristóteles y Platón hasta Georgias y Protágoras. Nos dejaron el Yambo y el Troqueo, pies fundamentales del ritmo. El Yambo utiliza una unidad de tiempo breve y otra larga. Lo que en nuestro idioma significa palabras de dos sílabas, con un acento- que no es lo mismo que tilde- en la segunda sílaba, por ejemplo, amor, solar, canción. Intentemos construir una estructura con pie yámbico:

Amor, siempre mi amor, ¡cómo te espero!
Vendrás o no vendrás, alma de mi alma
No soy sin ti, soy nada, soy un cero
En ti no más encuentro paz y calma.

Este cuarteto es una estructura que surge del pie yámbico. Puede ser rimado o no, pero la musicalidad no surge de la rima sino del pie, del acento y el ritmo que genera este pie. Como se puede ver no se utilizan más que palabras de dos y tres sílabas. Veamos otros ejemplos que se me ocurren:

Tu voz me llama dulce, clara, simple
De miel tu voz, de miel tu boca rosa….
Otro ejemplo:

Por qué del sol la luz, fuente de vida
Se va sin más al fin de la montaña,
Se pierde allá, detrás del horizonte…

Por qué el calor, su luz, día, tras día
Crespón vistió de luto en cada noche
Por qué, decid, ¡oh voz de seres yertos!
Por qué sin luz quedó la flor del mundo…

Otro ejemplo:

Si tú, mi amor, me das el sí
Me das amor demás, amor rubí,
Amor de haz, amor de hoz, amor de hoy
Amor de luz, amor… mejor ya no me voy…

El Troqueo es el pie que utiliza una unidad de tiempo larga y otra corta en palabras de dos y tres sílabas. Lo que en nuestro idioma significa palabras graves o con acento en la primera sílaba. De hecho en la práctica viva del castellano el verso de pie trocaico se entremezcla con el yambo y de alguna manera ambos denotan su calidad de extranjeros, provenientes de un idioma- el griego- que tenía- tiene- sus propias características. Sin embargo se han escrito poemas famosos que han utilizado esta escala rítmica: Se me viene a la mente el inicio del “ Nocturno” de Asunción Silva:

Una noche toda llena de murmullos y de música de alas
Una noche que rondaban por los féretros nocturnos las luciérnagas fantásticas…


O el inicio de “ La Marcha Triunfal” de Rubén Darío, quien fue el primero en aclimatar el yambo y el hexámetro en lengua española:

Ya viene el cortejo
Ya viene el cortejo
Ya se oyen sus claros clarines,
la espada se anuncia con vivos reflejos
ya viene oro y hierro
el cortejo de los paladines…

Y el inicio de “El Cuervo” de Edgar Allan Poe, en la traducción brillante de Pedro Rafael Obligado:

Una turbia medianoche cuando en tristes reflexiones
Sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones…

( Las citas son de memoria, hay que verificarlas).

Comentarios

  1. Esto es nuevo, interesante, retador, me doy cuenta que una afición se vuelve pasión…
    Gracias estimado Fabián por tan vasto conocimiento… Seguiré intentando en la “colmena” de letras crear hexágonos y quizá un día octágonos que den mieles de poesía.
    Saludos Maestro.

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    1. Perdona Paul que no me he fijado en este correo pero ten la bondad de aceptar a destiempo mi respuesta y mi felicitación por tu voluntad y entusiasmo creador, un abrazo, Fabián

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